¿Qué sería de nuestra forma de pensar, de entender la ciencia y la filosofía sin la obra de René Descartes? Sin duda, algo muy diferente. El método cartesiano marca un antes y un después en la historia del pensamiento. El predominio de la razón distinguirá todas sus ideas. En su búsqueda de la verdad, rechazará todas sus consideraciones previas para empezar de cero y someter cada una de las nuevas premisas a la luz de un método totalmente racional.
Una vida consagrada al estudio
René Descartes nace en Touraine, La Haya, en 1596. Su padre fue consejero en el Parlamento de Renner por lo que, desde su infancia, estuvo acostumbrado al contacto con los libros. Estudió filosofía y después leyes en la Universidad de Poitiers.
Tras finalizar sus estudios, visita París ávido de experimentar la vida social y de ocio. Pero ésta, al poco tiempo, le cansa y entra al servicio del príncipe Guillermo Nassau. Con su ejército recorre Europa.
En 1629, y tras un período de reflexión personal, decide consagrarse al estudio. Cambia París por Holanda y allí empieza a escribir. Sus teorías se estudian en las principales universidades europeas pero sus renovadoras ideas reciben las críticas del establishment religioso, cultural y político. Le acusan de hereje y tiene que recurrir a sus contactos para defender sus ideas. Agobiado por estar en el punto de mira, acepta entrar al servicio de la reina Cristina de Suecia en 1649. Allí finalmente obtiene el prestigio y reconocimiento que anhelaba, aunque el clima y las tensiones de la Corte sueca no acaban de sentarle bien. Poco más de un año después, fallece a los 53 años.
En 1667 sus restos fueron trasladados a París. Se inició nueva batalla contra la filosofía cartesiana. Desde la Sorbona, los jesuitas lucharon contra sus ideas.
El método cartesiano
Descartes cultivó a lo largo de toda su vida diversas disciplinas como la matemática, geometría, óptica, filosofía anatomía y medicina. De todas, prefería la primera, tal y como él mismo reconoce en su Discurso del método: “Gustaba sobre todo de las matemáticas, por la certeza y evidencia que poseen sus razones”.
Su “Discurso del Método. Para bien dirigir la razón y buscar la verdad en las ciencias” aparece en 1637. En él explica las premisas que debe tener todo conocimiento que aspire a ser verdadero y dio a conocer su geometría analítica.
En su camino hacia el conocimiento, pone en duda todo lo aprendido como parte del método (la duda metódica) y se plantea encontrar una premisa básica que resulte irrefutable. Y la encuentra. “Pienso, luego existo” es la proposición que halla indudable, clara y verdadera, que no admite opción a duda.
A partir de esta premisa, considera que debemos guiarnos única y exclusivamente por la razón y no por los sentidos. La duda se establece como principio para encontrar la verdad, como demolición de un edificio viejo para construir uno nuevo: “por lo que toca a las opiniones, a que hasta entonces había dado mi crédito, no podía yo hacer nada mejor que emprender de una vez la labor de suprimirlas, para sustituirlas luego por otras mejores o por las mismas, cuando las hubiere ajustado al nivel de la razón. Y tuve firmemente por cierto que, por este medio, conseguiría dirigir mi vida mucho mejor que si me contentase con edificar sobre cimientos viejos y me apoyase solamente en los principios que había aprendido siendo joven, sin haber examinado nunca si eran o no verdaderos”.
Las normas o preceptos que estable en su discurso son:
- De la evidencia: "No admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mí espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda."
- Del análisis: "Dividir cada una de las dificultades, que examinare, en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución."
- De la síntesis: "Conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente."
- De la comprobación: "Hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada."
Estableció la duda como base ineludible en toda investigación y con ella, revolucionó la forma de concebir las ideas que se tenía hasta entonces. Otros filósofos como Spinoza y Leibniz siguieron su estela y desarrollaron el racionalismo.